domingo, 7 de junio de 2015

Historia ganadora del 1º concurso de relatos

Os dejamos con la historia ganadora del 1º concurso de relatos que se ha organizado con los alumnos del IES La Luna de lla Sierra. Muchísimas felicidades al ganador!.
Los premios han sido; un Pendrive, una batería portatil para el móvil y un cheque de  15 euros en Librería Andrea.



La cueva misteriosa

Amanecía en el humilde pueblo llamado Adamuz. El Sol se colaba entre las viejas casas y entre el olivar cuajado por la helada de la noche. La gente se levantaba para ir a comprar el pan mientras que la gran mayoría se preparaba para ir a la aceituna.

Era un sábado radiante, me levanté y me fui con mi familia al campo. La inmensidad de olivares te hacía verte insignificante, a la vez que se podía disfrutar del hermoso paisaje en lo alto de una ladera.

Llegamos a la casa de campo y mis padres se fueron a trabajar, mientras yo me ocupaba de tareas como encender una hoguera para combatir el frío y desayunar como antaño. Aburrido y sin nada que hacer me dispuse a dar un paseo acompañado con mis perros, a los cuáles les encantaba.

Caminando por tierra sin contaminar me sentía vivo, se respiraba un aire muy limpio y el estrés desaparecía. En ese lugar te sentías libre y disfrutabas tan solo contemplando el paisaje que te rodeaba.

A lo lejos era muy difícil descifrar que había debido a una espesa niebla blanca como el humo de una chimenea encendida. Pero puede divisar una montaña, no muy grande, debido a que en estos campos son muy pequeñas, pero lo suficiente como para hacerte perder el aliento intentando subirla. Me aventuré a subirla, conforme me acercaba sólo se veían olivares repletos de aceitunas entre las cuales el sol se colaba haciéndolas parecer muy brillantes.

Me acercaba a mi destino mientras que de vez en cuando me paraba entre los olivos, los escalaba y veía los nidos de los pájaros con sus huevos, algunos incluso con crías recién nacidas.

Eran como las doce cuando llegué a la cima. Me subí encima de una enorme piedra y pude apreciar un maravilloso lugar indescriptible con palabras.
De repente mis perros empezaron a ladrar y después desaparecieron de mi vista.
Asustado volví hacia la casa y estuve pensando toda la tarde. Con la cabeza hecha un lío tenía que liberar esas dudas, por lo que decidí en la noche volver e investigar que ocurrió.

Al caer la noche cogí una linterna y me aventuré a investigar. El aire movía las ramas causando espeluznantes escalofríos en la espalda y en todo mi cuerpo.

La luna iluminaba todo con una luz radiante que me permitía ver como si de día se tratase. Conforme subía la ladera de la montaña la luna se hacía más grande a mis ojos hasta ocupar todo el firmamento. Una vez en la cima estaba preocupado, y solo oía a los perros aullar, lo cual era espeluznante. Al subir a la piedra, me di cuenta de que un sonido extraño se oía, baje a echar un vistazo y, tras retirar ramas de encinas, se veía una entrada, ¡era una cueva!.

Con más intriga que miedo me adentré en ella con mi linterna. A medida que avanzaba se hacía más y más grande el pasadizo por el que andaba. Aquella cueva era gigante. En el silencio de la noche podía oír el goteo constante de agua, ya que poco más adentro había una inmensa cámara con agua. Ahí terminaba la cueva, y yo me sentía triste, al no poder descubrir algo interesante.

Me di media vuelta para volver a dormir cuando de repente se oyó un sonido algo extraño, el chillido de algo o de alguien. En ese instante un gran escalofrío me volvió a recorrer el cuerpo, pero esta vez, con un miedo impresionante.

Me di la vuelta de nuevo muy despacio y temblando de horror. Me acerqué al enorme charco de agua y vi flotar los collares de mis perros. Al cogerlos noté que el agua estaba templada, algo muy extraño al estar en una cueva.

Creyendo que algo paranormal ocurría en ese lugar me metí en el agua y nadé hacia el fondo buscando el cadáver de mis perros. Una vez debajo de el agua una luz blanca me cegó por completo, por lo que nadé hacia la superficie a ciegas, como si mi vida tratara de ello, mientras que notaba que alguien me agarraba hacia el fondo de, lo que parecía un insignificante charco. Conseguí liberarme de esa “cosa” que me agarraba.

Con la cabeza en la superficie y de nuevo volviendo a ver, un ruido retumbó en toda la cueva y vi una pequeña sombra que me susurraba. Yo loco por salir no le hacía caso, ya que huía de ella.

Corría hasta la casa despavorido e intenté dormir, cosa que me resultó imposible debido a los pensamientos que me rondaban por la cabeza.

Al día siguiente me armé de valor y con la luz del día fui hasta ese misterioso lugar. Cuando llegué, retiré las ramas, pero para mi asombro, no había ningún agujero ni pasadizo, la cueva desapareció.

Desde ese día nunca más volví a ver a mis perros, de los cuales solo conservo como recuerdo su collar.

Cada vez que miro los collares mi mente se inunda de preguntas que nunca tendrán respuesta.


Ángel Cañuelo Ortiz







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