Para unos un entretenimiento, para otros una diversión, pero
lo que no cabe duda es que el cine en nuestro pueblo fue un reclamo para niños,
y no tan niños.
Hacemos referencia al cine local: Santa Ana, más comúnmente
conocido como Cine Molina (que hace referencia a su dueño Juan Molina, y que éste a su vez le puso el nombre de su mujer Ana ) ubicado
en la calle la Fuente, junto al actual ayuntamiento, del cual se conserva su
estructura original pero en mal estado de conservación.
Fachada principal del Cine, foto tomada por Damus en enero de 2016 |
Detalle de la puerta principal y taquilla del Cine, foto tomada por Damus en enero de 2016 |
Primero se hizo el cine de verano, abriendo sus puertas en el verano del 1942 con proyección de películas en blanco y negro. Debido a la gran acogida del los adamuceñ@s en el nuevo arte cinematográfico, se iniciaron obras de ampliación construyendo el cine de invierno, obra llevada a cabo por el maestro albañil Pozo (abuelo de los bizcochos)
Películas como La Chica del gato, Luisa debajo del almendro,
Porque te ví llorar o la Fierecilla indomable (también hubo películas clasificadas
con dos rombos) fueron películas proyectadas en éste cine desde principios de los años 40 hasta los años 80, donde actores como Estrellita Castro, Miguel Ligero, Manolo Escobar, Lola
Flores, Vicente Parra o Paquita Rico forman el elenco de un amplio cartel de
artistas de aquellos tiempos.
Nos cuentan que antes de ir al cine se pasaban por ca’ la
Lucera a comprar un cartucho de pipas, chorchos, garrapiñadas o lo que
buenamente te alcanzaba el bolsillo. Otras veces también era posible comprarlas
justo a la entrada del cine, en un kiosko portátil, una especie de carreta
cargada de chuches o en el “Kiosko del Moro”
Una vez ya preparado con tu cartucho recién comprado, o bien
con algo de talega preparado desde casa, y quedabas con tus amigos y te ibas
para el cine.
En la fachada del cine nos encontrábamos con los carteles
que anunciaban las funciones de la temporada.
A la entrada del cine estaban las taquillas, donde podías comprar
tu entrada desde 2 reales en los años 40 hasta 10 ptas en los años 70 (según nos apuntan, son precios de gallinero) puesto que la entrada de cine para verlo
desde platea siempre eran más caras y no estaban al alcance de todos los
bolsillos.
Para entrar al cine tenías que pasar por el portero, un tal
Bartolo que se encargaba de recoger las entradas y que solía estar acompañado
de un “guarda espaldas” (el mudo) que le ayudaba a echar a los pillos que
pretendían colarse sin pagar.
Algunos vecinos nos cuentan que no podían pagar la entrada y era tal su afición al cine que colocaban y recogían las sillas a cambio de la entrada al cine
Algunos vecinos nos cuentan que no podían pagar la entrada y era tal su afición al cine que colocaban y recogían las sillas a cambio de la entrada al cine
Una vez dentro, si era temporada de invierno, entrabas a la
sala principal, con sillas de anea en platea. Nos cuentan que las sillas se
fueron sustituyendo por el uso del tiempo por butacas de madera y finalmente de
hierro. De las cuales aún se conservan algunas aunque destinadas a otros
menesteres.
Si era temporada estival, pasaba al fondo, a una especie de
corrala al aire libre, donde existía la opción de platea o gallinero. El
gallinero era una construcción de obra
escalona. La gente que iba al gallinero se ayudaba de un cartón o un pañuelo
para aliviar sus posaderas.
Muchas parejas encontraban en el gallinero la ocasión para
empezar sus noviazgos y robar los primeros besos a sus parejas.
La proyección de la película estaba a cargo de Rafael
Copado, que durante muchos años comenzó con el NODO informando de las vacaciones de verano en El
Pardo, de las cacerías de Franco entre otras y a veces, éste ere seguido de algún
que otro anuncio de vendedores locales, como la máquina de coser Sigma.
Proyector de cine, foto tomada de las redes sociales publicada por Jose Antonio Román |
Una vez comenzada la proyección también comenzaba el tiempo
para los más pícaros que intentaba asomarse por cualquier rincón para poder ver
algún trozo de la película. Sobre todo en el cine de verano, puesto que al
estar descubierto era frecuente encontrar alguno que otro encaramado a una
higuera, subido en una escalera o incluso de las azoteas y balcones de las
casas de vecinos. Algunos tenían suerte y los dejaba pasar el dueño del Bar El Rubito que desde su corral y sorteando algunas gallinas podían “atirfar” algo.
Una vez finalizada la proyección, los espectadores solían
abandonar el cine por la misma puerta que la entrada, pero en verano era
frecuente que las personas salieran por la llamada puerta falsa del cine, que
tiene su salida por la calle de Las Dueñas.
Puerta del Cine de Verano, foto tomada por Damus en enero de 2016 |
Nos gustaría hacer referencia al Cine San Alberto, fue otro
cine que hubo en nuestra localidad, ubicado en la puerta de la villa. Cuyo
dueño era un tal Alberto, un médico madrileño que se afinco en Adamuz. Fue un
cine de verano del cual no se conserva nada en la actualidad.
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